La sonrisa se torna socarrona, mostrando una
lengua que acaricia sus labios, sabiendo que ese gesto denota la urgencia de un
beso. Las bocas se unen, los cuerpos se abrazan. Unas manos buscan alejar las
prendas que evitan que la piel se roce, tan deseosa de sentir el calor corporal
del otro.
Cuando por fin la ropa ha desaparecido, unos
brazos fuertes la llevan a la cama donde se recrea en sus curvas,
recorriéndolas de abajo a arriba, internándose en recovecos que hacen que
pequeños suspiros salgan de su boca. Los fluidos corren y él se introduce tan
fácilmente que es imposible no pensar que estén hechos el uno para el otro.
Se susurran palabras mientras sus cuerpos
acompasan movimientos rítmicos. Ella se coloca encima de él, dirigiendo así la
presión hacía su sexo, mirándole directamente a los ojos y llegando al clímax
mientras grita su nombre y una sonora carcajada sale de su boca.
Él no puede dejar de moverse, quiere más y más
placer, quiere esos gritos en su oído, por lo que con un gesto rápido y hábil
la coloca boca abajo para ser él ahora quien la guíe, necesitando muy pocas
embestidas para que ella vuelva a gemir. Nota como ella comienza a relajarse bajo
su peso, pero de pronto, siente como recupera el movimiento, le sonríe con esos
ojos pícaros, cómplices y suplicantes que desean que él también sienta ese
placer.
Este relato participa en la iniciativa de @divagacionistas con el tema #relatosPlaceres
Imagen: @amannagar_artist
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