4 oct 2014

2.2

Una habitación al amanecer. Cuadrada y con una gran cristalera al final que se abre a una pequeña terraza. Es temprano, no sé la hora, pero la ciudad está aun desperezándose. Me levanto sin hacer mucho ruido, salgo  a la terraza y contemplo el océano. Las olas suaves rompen casi sin hacer ruido para no despertarte. El sol aparece perezoso, sin prisa. Hay una suave brisa que me eriza el vello y me dispongo a entrar para coger algo más de abrigo, pero me quedo en el marco de la puerta, mirándote. Tu silueta se descubre entre la penumbra. Estás en paz. Y yo suspiro. Soy feliz.

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