23 ene 2017

Réquiem


Aunque no quiso que ocurriera, una lágrima resbaló por su mejilla. Cerró los ojos con fuerza intentando contener el sollozo que le sobrevenía y respiró hondo.  Llevaba sentado un buen rato en el sofá de la casa de sus tíos,  con la única compañía de un pequeño perro que no entendía por qué había tanta gente en su casa y miraba temeroso alrededor, como buscando a alguien que no estaba. Veía a la gente ir y venir a gente, reunirse en corrillos donde alguna risa esporádica se escapaba al recordar una historia pasada. Su tío había fallecido el día anterior pero le parecía increíble que fuese verdad.

Apoyó la cabeza entre sus manos y fijó la vista en una mancha oscura que tenía aquel parquet color miel, recordando su juventud con sus abuelos y sus tíos en el parque, cerca del río. Siempre había estado rodeado de gente mayor, eran sus compañeros de aventuras, los que  le enseñaron a jugar a las cartas, a la tanga, al fútbol o simplemente los que le contaban sus historias de juventud. Le pareció imposible que hubiera pasado tanto tiempo desde aquello, que el tiempo se lo hubiera llevado para siempre. Porque al recordar, veía con toda nitidez la ribera del río verde bañada bajo el sol de junio y la brisa que mecía aquellos chopos junto con los gritos de los niños y las risas de los mayores. En el otoño, los paseos se sucedía mientras yo jugaba saltando a su alrededor y en invierno venían a casa para seguir jugando, hablando mientras yo escuchaba a medias las conversaciones…


Volví a la realidad traído por el ruido de mi tía llorando mientras la intentaban consolar y yo mientras sólo podía pensar que el tiempo, el tiempo pasa para todos…



Este relato participa en la convocatoria de @divagacionistas sobre #relatosTiempo .

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